“Seguimos esperando hasta cuando desesperamos” Remy de Goumont
Esta frase la escuché del gran Carlos Rosser, experto en negociación y ventas, hace unos días durante una charla distendida con otros amigos y colegas. Me resultó preciosa y, sobre todo, inspiradora. Quizá le haya dado una vuelta de tuerca y mi propia versión. Es una de las reflexiones más personales que dejo en mi blog. A fin de cuentas, eso es una marca, una visión muy personal sobre algo que acaba teniendo una influencia en otros.
A menudo mis clientes, llegan a mí con un sinfín de experiencias negativas sobre sus espaldas; despidos, climas laborales hostiles, insatisfacción laboral, “despido interior”, dificultades para encontrar un nuevo proyecto profesional, inestabilidad emocional provocada por todo lo anterior y por la incertidumbre respecto del futuro. Este es el punto de partida de muchos procesos de reorientación profesional y de marca personal. ¿Cómo empezar a abordar un trabajo que requiere un esfuerzo ímprobo y cuyos resultados se verán a medio y largo plazo? ¿Cómo volver a recolocar las piezas en un puzle que nos devuelva una imagen positiva de nosotros mismos y del entorno? ¿Cómo conjugar el realismo con el optimismo? ¿Cómo sanear la autoestima y ser capaces de enfocarnos de nuevo sobre la base de nuestros talentos, aquellos que nos cuesta reconocer porque no han sido puestos en valor de forma adecuada o en el contexto oportuno?… La respuesta a todas ellas es; sobre la base de la esperanza. La esperanza como la creencia (sin certeza) de que las cosas que deseamos pueden materializarse, o de que al menos, vale la pena el esfuerzo. Un esfuerzo que siempre nos hará mejores y cambiará, de algún modo, la situación indeseada.
La esperanza se sustenta sobre la verdad de cada uno de nosotros, sobre el respeto hacia uno mismo y hacia los demás, sobre la confianza en nuestras capacidades y sobre el sentido de dignidad que muchas veces hemos perdido al sentirnos vilipendiados y víctimas del entorno.
La esperanza es un acto de fe y de amor. La fe que es creer más allá de las evidencias actuales y el amor como ese sentimiento que nos protege del miedo y nos ayuda a expandirnos.
La esperanza nos conecta con el futuro, impidiéndonos quedar atrapados en un pasado que nos encadena y en un presente que nos paraliza.
La esperanza se construye asumiendo la verdad, aceptando la realidad y movilizando nuestros recursos para modificarla, paso a paso.
Si toda marca es una promesa de valor, la esperanza de su cumplimiento es lo que le da sentido, para nosotros y para los que reciben el resultado de lo que hemos decidido hacer.
¿Cómo renace la esperanza? Pidiendo ayuda y dejándonos ayudar. Reconociendo nuestros errores y nuestros aciertos, perdonándonos y pidiendo perdón si es necesario. A partir de ahí, retomar las riendas de nuestra vida y dibujar un camino hacia un mañana más prometedor.
¿Qué esperas tú? , ¿A qué estás esperando?